Ir al contenido principal

II Media Maratón McDonald´s Ciudad de Antequera


Esta media maratón la tendré grabada en mi memoria durante muchísimo tiempo, ya que ha sido la media de las “desgracias”, pero como no quiero adelantar cosas, ya descubriréis que fue pasando conforme vayáis leyendo.

Antes de comenzar mi crónica, sin embargo, quiero darle las gracias de forma inmensa a Gonzalo, que se prestó desinteresadamente a llevarme (no pude conducir por motivos personales), me hizo el viaje muy ameno y estuvo pendiente de todo en todo momento (echó fotos, grabó vídeos, movió el coche de sitio para que no hubiese problemas al salir…).


La aventura comenzó a las 7:00 am, cuando ya vestido, desayunado y descansado tras una noche de buen sueño (aunque algo escaso), fui recogido por Gonzalo en el recinto ferial de Fuengirola y nos encaminamos hacia Antequera.


Gonzalo sabía llegar a Antequera, pero no por la autovía nueva, ya que no sabíamos cómo evitar el peaje, así que preferimos no arriesgarnos y tirar por abajo.

Y pasamos Málaga… y el Rincón de la Victoria… y ni una indicación para Antequera. Me dio por mirar el gps y la ruta más rápida consistía en volver a Málaga… La ruta más rápida quitando peajes también, así que para no dar media vuelta había que coger carreteras secundarias.

Gonzalo no tuvo problemas (de hecho en algunos tramos el límite era 100, más que en varios tramos de la autovía), y fuimos hasta Antequera, pasando por Trapiche, la Viñuela 




…Riogordo, Colmenar… Aquí nos surgió un problema, nos quedamos en la reserva, pero por suerte encontramos una estación de servicio de camino, y tras una breve parada “en boxes” continuamos hacia Antequera, con un pellizco en el estómago (el mío al menos) de nerviosismo, al ver que a pesar de haber salido con tiempo estábamos en mitad de la nada mientras los minutos pasaban.



…Luego pasamos por Casabermeja…




Y finalmente encontramos el camino hacia Antequera, aunque muy mal señalizado… El suspiro de alivio que solté al ver que reconocía el paisaje se debió de escuchar en tres pueblos a la redonda.




Aun así teníamos que llegar al estadio de atletismo, tarea también difícil, ya que por más que preguntábamos, o las no eran de la zona o decían que “campo” de atletismo no, que el que había era de fútbol.

Nos encontramos con varios atletas despistados también y al final seguimos a uno de ellos, que conducía un Volkswagen y se sabía el camino, y llegamos a nuestro destino, con bastante tiempo aún por delante.

Mientras aparcábamos nos encontramos a Julio y a Marco, su yerno, que participaron también en la media maratón; nos esperaron mientras aparcábamos y nos encaminamos los cuatro hacia el estadio, mientras la sangre volvía a circular por mis agarrotadas piernas.

Recogimos los dorsales, en cuestión de un par de minutos esta vez, y fui un rato al baño, aunque pude hacer poca cosa más que cambiarme, por más que lo intenté.

Luego nos dimos una vuelta por dentro y fuera del estadio, mientras los atletas seguían llegando.




El año pasado hacía un frío que calaba hasta los huesos, e incluso llovió al inicio de la prueba, este año el tiempo fue excelente, hacía algo de fresco a la sombra mientras esperábamos a que se llamase a los corredores a salida en manga de aros y malla corta, pero nada que ver con el año pasado, el tiempo acompañó de principio a fin.

Desde varios minutos antes de ser llamados a línea de salida busqué un hueco centrado en la salida, para poder salir fuerte, como en medias anteriores, y poner un ritmo elevado durante los primeros kilómetros, ya que sabía por la experiencia del año anterior que había una pendiente inclinada al principio y podía dejarme ir, y luego ya poner un ritmo más cómodo según las sensaciones que tuviese.







Tengo que admitir, aunque cueste reconocerlo, que en esta salida me sobrevaloré, fue el fallo más grande (pasaron más cosas negativas durante la carrera pero no tenía forma de evitarlas) de toda la carrera, ya que salí disparado acompañando a la cabeza de carrera durante el primer kilómetro, a un ritmo mucho más elevado del que podía realmente soportar.


Con el inicio de temporada tan bueno que estoy cosechando esta temporada en media maratón (1:26:06 en Marbella, 1:24:48 en Motril y 1:23:59 en el Rincón de la Victoria), me vine arriba ante la posibilidad de hacer un inicio más rápido (se me “olvidó” completamente mi plan inicial de hacerla sin forzar para no contraer molestias y poder afrontar mi última semana de tiradas largas antes de la maratón con garantías) y corrí como alma que lleva el diablo hasta el kilómetro 1 y medio, aproximadamente.






En ese momento pegué un frenazo, ya que se me cayó el engarce de mi cordón de oro (regalo familiar con más años que edad tengo yo), lo vi salirse por el cuello de la camiseta, rebotar y perderse en el arcén.

Por un momento dudé si ponerme a buscarlo, pero aparte de que iba a ser muy difícil o imposible encontrarlo, estábamos en plena salida aún y aparte de obstaculizar a los corredores que venían detrás iba a perder, con toda seguridad, bastante tiempo en buscarlo.

Tras dudar nos segundos retomé la marcha, forzando aún más que antes para intentar volver a pegarme al grupito que lideraba la carrera, tarea totalmente fútil ya que estaba llegando al límite de velocidad que podía alcanzar (tengo una resistencia considerable, pero nunca he sido bueno en las distancias cortas), así que bajé un poco el ritmo, y mientras empezaba a ser adelantado, pasé el kilómetro 2.

El fallo de salir tan fuerte tuvo una doble vertiente que influiría definitivamente en el transcurso de la carrera, y es un fallo muy de novatos, sin duda alguna ha sido una lección de humildad que tendré presente en posteriores medias.

La primera consecuencia del inicio fue que al forzar más que de costumbre, tardé bastante más en recuperarme, y que además no pude adelantar a nadie en toda la carrera, los atletas que llegaron detrás de mí simplemente corrieron a un ritmo más lento, ya que en ningún momento pasé a ningún corredor, y psicológicamente es muy duro ser adelantado y no adelantar a nadie durante tantos kilómetros.

Durante el segundo kilómetro bajé considerablemente el ritmo, ya que no podía aguantar un ritmo tan alto, y me pasaron varios atletas más, mientras seguía avanzando camino del kilómetro 3.

En el kilómetro 3 se estabilizó la carrera, y aunque del kilómetro 3 al 4 dejé de ser adelantado, me di cuenta de que estaba rodando más lento de lo que debería, ya que por el número de personas que me habían adelantado estaba acercándome a mi posición “natural” de la carrera, y cada vez se alejaban más los corredores que tenía delante.

En el kilómetro 4 confirmé que no estaba aún recuperado del esfuerzo de la salida, cuando el corredor alto con el que coincidí en la media maratón del Rincón de la Victoria me pasó, rodeado de un grupito de atletas, y aunque intenté pegarme a ellos no fue posible, y a cada paso que daban se iban alejando más y más, muy lentamente.

Pensé que igual es que en el Rincón de la Victoria no corrió a tope y en esta carrera sí, por lo que podía ser que no estuviese rodando tan lento como pensaba, aunque tenía la sensación de que no era así.

En el primer avituallamiento me sacaban ya 25 metros por lo menos, y aunque tirando de voluntad más que de físico fui capaz de mantener la distancia durante un par de kilómetros, al final acabaron por incrementarla y los perdí de vista.

Fui adelantado por algunos corredores más, cada vez en menor número, y en el kilómetro 6 me pasó el corredor de la camiseta amarilla del Club de Atletismo Guadalhorce con el que mantuve la pugna por la posición durante prácticamente toda la carrera en el Rincón de la Victoria, y al llegar al kilómetro 7, al igual que hizo anteriormente el corredor alto, empezó a alejarse lentamente.

Ahí confirmé que, independientemente de que ellos estuviesen rodando más rápido o no, yo estaba rodando más lento seguro.

En ese mismo kilómetro un corredor de un club que me llamó la atención por su nombre, Lumiciérnaga, me intentó adelantar también, al principio sin éxito, ya que empezaba a recobrar fuerzas y apreté el ritmo cuando se estaba empezando a alejar, y corrimos a la par hasta el kilómetro 10, dónde él incrementó un poco más el ritmo y se me empezó a ir.

Nos habíamos acercado bastante al atleta del Guadalhorce, y aunque psicológicamente estaba bastante tocado por no haber sido capaz de adelantar a nadie aún, me animó un poco ver que igual era capaz de remontar en la segunda mitad de la carrera pese al esfuerzo tan tremendo (y tan sin sentido) que realicé en los primeros kilómetros.

Llegando al kilómetro 11 el corredor del Lumiciérnaga se pegó al hombre del Guadalhorce, y en cuestión de pocos metros más lo adelantó poco a poco, mientras yo veía la maniobra desde lejos: primero el corredor del Guadalhorce apretó el paso manteniendo la posición, el del Lumiciérnaga apretó el paso a su vez, se cambió al lado izquierdo y le acabó pasando por ahí.

Poco después nos cruzamos con los corredores que acababan de girar para enfilar de nuevo la carretera hacia Antequera, y entre otros vi al grupo del corredor alto (tengo que preguntarle su nombre, hoy se me pasó totalmente), que me sacaba cosa de 500 metros, pero en un intento de alcanzarlo (lo veía posible, físicamente estaba fuerte otra vez) apreté un poco el ritmo.

Al girar vi que estaba mucho más cerca de alcanzar a los corredores del Lumiciérnaga y Guadalhorce que de ser adelantado por los corredores que me seguían, y eso me motivó bastante, por lo que seguí a buen ritmo.

Me había notado la barriga algo molesta hasta ese momento, no tanto como en el Rincón de la Victoria, pero no del todo bien, algo raro pasaba, y al llegar al kilómetro 14 me dio un apretón horrible y repentino que me dejó casi sin aliento.

Bajé el ritmo de forma considerable y al ser pasado a los pocos metros por los corredores que llevaba detrás me pareció que pasaban esprintando, su ritmo comparado con el mío en ese momento tenía una diferencia enorme.

Conseguí retener el impulso un poco al girar en la rotonda y subir dejando el McDonald’s, y afronté la peor parte de la carrera (por el desnivel, las vistas eran muy bonitas en esa parte y en el tramo de la ciudad) con un dolor bestial en el estómago y un ritmo de trote cochinero comparado con el que había llevado hasta entonces, y por primera vez en mi vida deportiva llegué a barajar la posibilidad de pararme en una carrera.

Si me hubiese dado un par de kilómetros atrás igual podría haberme salido un momento a un lado de la carretera e intentar evacuar como pudiese, pero ya estábamos llegando a la entrada a Antequera, y ni si quiera tenía esa desesperada posibilidad.

Del kilómetro 15 hasta el 18 me adelantaron por lo menos una decena de atletas, pero la verdad es que ni me importaba en ese momento, nada importaba, tan solo acabar de una vez, como fuese, y poder buscar un baño.

Desde la Media Maratón de Marbella del 2011, en la que corrí con gripe (y cada paso fue un suplicio desde prácticamente el kilómetro 5, por poco llego a 1:50:00 ese año), no había sufrido tanto haciendo deporte, y menos, corriendo.

Lo que me motivó para acabar fue el pensar, “si esto me pasa en una media maratón, y me paro, que pasa si en la maratón me pasa lo mismo, ¿voy a tirar por la borda tantos meses de preparación y tantas horas de entrenamiento por un apretón?”, y a cada paso que daba me repetía esa pregunta mentalmente una y otra vez, como un mantra.

Llegó un momento en el que pensaba que el tiempo se detenía y las calles se alargaban eternamente, y a pesar de que los ánimos de los espectadores me ayudaban a evadirme, estaba empleando más fuerza en contener mis intestinos que en correr, llevaba una respiración entrecortada por el esfuerzo, pero no por el ritmo, y las piernas las llevaba más frescas que en todo el transcurso de la carrera.

Cuando llegué al kilómetro 19 me dije que tenía que acabar la carrera, como fuese, ya que además era la única opción de encontrar un baño, y con todas las energías que fui capaz de acumular, conseguí empezar a acelerar pasito a pasito, mientras llegaba al kilómetro 20.

Se me pegó un atleta, y en cuanto comenzó la bajada empezó a atacar, pero le mantuve el ritmo y fui corriendo a su par hasta llegar a la cuesta que llevaba al estadio de atletismo, donde dejé que avanzase un par de metros mientras yo me preparaba para el sprint final.

En la rotonda lo comencé, progresivamente pero pasando como una ráfaga al lado de ese corredor, y al entrar al estadio pegué nuevamente un frenazo brusco, por segunda vez en la carrera, ya que veía la meta enfrente de mí pero había unos conitos de colores delante, y mentalmente me bloqueé durante un segundo.

Comprendí que había que dar la vuelta a la pista, y haciendo acopio de todas las fuerzas que pude sin desatender mi estómago, completé la vuelta a la pista, y vi que el crono, que en mi mente ya iba por lo menos por 1:40:00, tras esos últimos kilómetros tan agónicos, en 1:25:50, y me propuse al menos no llegar al 1:26:00, ya que a pesar de ejecutar un principio de novato y al apretón mortal que me acompañó durante los últimos kilómetros, no era un tiempo “malo”, en esos momentos a mí con terminar me valía, y además en año pasado empleé 1:38:18 en completar la prueba, casi 13 minutos más, por lo que no estaba nada mal.





Paré el crono al cruzar por meta (mientras el speaker me nombraba, cosa curiosa, ya que a menos que corra en mi localidad no me suelen conocer) en 1:25:55, y me puse a buscar la zona de entrega de bolsas del corredor para recogerla y entrar al baño lo antes posible.

Normalmente muchas emociones me recorren al acabar una carrera, especialmente, una tan larga como una media maratón, y a menudo son contradictorias, dolor y alegría, sufrimiento y satisfacción… pero esta vez ni si quiera me detuve a saborear el instante, seguí caminando a buen ritmo mientras pasaba al lado de los stands de los patrocinadores.

Por el camino me pusieron en mano una botella de agua, una lata de Aquarius y un vaso de Coca-Cola, y empecé a beber mientras me fijé adonde iban los atletas que estaban delante de mí, y vi el lugar de entrega de chip/recogida de bolsa del corredor.

Vi a lo lejos al corredor alto, al que saludé y di la enhorabuena por la carrera, ya que en el rincón lo pasé poco antes de alcanzar el kilómetro tras el primer avituallamiento y en esta él me pasó a mi antes del alcanzar el primer avituallamiento.

Le comenté que había tenido problemas de estómago de nuevo, me dio la enhorabuena por mi blog y tras charlar un poco nos despedimos hasta la Maratón de Málaga, que el también correrá (o quizá coincidamos antes, quien sabe).

Me hubiese encantado hablar con él un poco más, ya que aparte de que me hizo muchísima ilusión enterarme de que otros atletas estaban empezando a seguir mi blog, tenía curiosidad por preguntarle cuanto tiempo llevaba dedicado al atletismo y demás, pero estaba desesperado por ir al baño, así que tras entregar el chip y recoger la bolsa del corredor enfilé camino de los vestuarios y servicios.

Vi a Gonzalo en la grada, que me dio la enhorabuena por la carrera, y le dije que necesitaba ir al baño urgentemente, que por favor me aguantase las cosas, vino conmigo, cogió la bolsa del corredor y entré al primer servicio que vi.

Cuando acabé me inundó una oleada de alivio suprema, aunque aún seguía con molestias y un poco de ardor, pero no era absolutamente nada comparado con lo que había aguantado durante tantos kilómetros.

Ahí comprobé que el enganche estaba bien, por lo que no sé cómo el engarce se pudo salir, pero no pienso reemplazarlo, va a ser a partir de ahora mi amuleto, por si alguna vez pienso en pararme o retirarme de una carrera que recuerde que cuando parecía imposible lo conseguí en una ocasión, por lo que, sin duda, soy capaz de repetirlo, aunque todo parezca perdido y el sufrimiento sea intolerable.


Aproveché el baño para ponerme ropa seca, y al salir empecé a hablar con Gonzalo sobre la media maratón, empezando por lo mal que lo había pasado al final.

Intuitivamente me encaminé a la salida mientras hablaba con Gonzalo, ahora más entusiasmado, sobre la carrera, salimos del complejo deportivo, y cuando enfilamos la cuesta hacia abajo le dije “Gonzalo, que fallo más básico hemos cometido, hemos aparcado en la entrada a meta y ahora no vamos a poder salir hasta que acabe la carrera”, a lo que me respondió “no, moví el coche tras la salida, estamos aparcados en el Eroski, pero no nos vayamos aún, que entraste entre los 30 primeros clasificados o así, igual tienes premio”.

Le expliqué que en esta carrera ya era sénior y que probablemente de los atletas que entraron delante de mí el 40% o más serían sénior, pero como el conducía y me dijo que no le importaba esperar, decidimos volver al estadio a esperar las clasificaciones provisionales.

Empezaba a tener hambre, y aunque me daba pavor que me pudiese sentar mal, acabé abriendo el paquete de molletes antequeranos (deliciosos, por cierto) que, entre otros productos, formaban parte de la bolsa del corredor de este año, y empezamos a devorarlos ávidamente.

Bajamos a la pista y pedimos una foto a una de las voluntarias, ya que a pesar de que sin Gonzalo no hubiese llegado a correr si quiera, no teníamos ninguna los dos juntos.


Nos la echaron sin problema y nos acercamos a preguntar si quedaba mucho para que se colgasen las clasificaciones, pero aún les quedaba in rato, así que seguimos comentando la prueba mientras pasaba el tiempo, e intentaba convencer a Gonzalo para que empezase a entrenar un poco y así poder afrontar algún Cross o carrera popular en condiciones óptimas.

Cuando finalmente salieron, Espárraga, el campeón de la anterior edición, se encargó de colgarlas, comprobé mi posición, 13º sénior y 45º de la general, y mi tiempo, que esta vez clavé con el crono, 1:25:55, por lo que a pesar de las circunstancias le di un buen pasón a mi anterior marca personal del circuito.

Ahora sí, nos encaminamos hacia la salida, y pusimos rumbo, esta vez sin percances, hacia Fuengirola, cerrando un capítulo más en esta historia del atletismo en el que pasé más pena que gloria, pero llegué, que es lo que realmente importa en las carreras, al menos, para mí.

Como resumen técnico de la carrera, acabé en 1:25:55, corriendo a un ritmo medio de 4:04 minutos por kilómetro (lo que no está mal, ya que esta carrera tiene un perfil más duro que el de Marbella, donde corrí a un ritmo medio de 4:05 minutos por kilómetro en Septiembre).



Sufrí muchísimo, debido a circunstancias ajenas a mi control, pero conseguí acabar, y con las piernas nada fatigadas, a diferencia del domingo anterior en la media del Rincón de la Victoria donde acabé con los gemelos (especialmente el derecho) muy cargados.

La actuación del resto de la comitiva del Club de Atletismo Fuengirola, formada por Julio y su yerno, Marco, fue muy buena, con sendos tiempos de 1:38:51 y 1:43:00 respectivamente.

Quiero comentar también que otra comitiva del Club de Atletismo Fuengirola se desplazó hasta Algeciras, dónde Manolo, Javi y Rocío inauguraron la prueba con tiempos de escándalo, seremos un club pequeño actualmente, pero todos los miembros son grandísimos atletas y mejores personas, espero que mantengamos estos buenos resultados y sigamos mejorando todos.

Se me queda la espinita clavado de saber si hubiese sido posible de bajar la marca personal de haber dosificado adecuadamente al comiendo y no haber tenido problemas estomacales, pero es algo secundario ya que ahora estoy centrado en la maratón, con suerte el año que viene bajaré la marca aún más.

A todos los que penséis correr la Maratón de Málaga, allí nos veremos, si no antes, y a los que no, os animo a que al menos asistáis como espectadores, ya que estoy seguro de que el ambiente será monumental.

¡Un saludo a todos!

Comentarios