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¿Cada cuantos kilómetros he de renovar mis zapatillas de correr?


Creo que esta va a ser mi primera entrada “polémica”, pero lejos de influir en los hábitos de entrenamiento y consumo de quienes me lean, lo que quiero es haceros reflexionar, no que toméis como única verdad absoluta lo que vais a leer.

Es curioso que algunos corredores consideren la “edad” de sus zapatillas por el número de kilómetros que han realizado con ellas, o más específicamente, por el número de “medias” (maratones) que han realizado.


En varias medias maratones he escuchado antes de comenzar la prueba a corredores charlando sobre sus zapatillas, especialmente si alguno del grupito tenía zapatillas nuevas, momento en el que se hace el padrón de turno sobre cuantos kilómetros ha recorrido cada uno con su par o cuantas pruebas ha finalizado con ellas.

He llegado a escuchar a atletas decir que calculan la “edad” de las zapatillas por el número de medias maratones y maratones que corren con ellas (espero que se refieran también a que las entrenan, y no sólo a que compiten con ellas), y que tras 5-6 medias acabadas con unas zapatillas se desgastan lo que unos zapatos normales en 5-6 años.

Siguiendo esa regla de tres, las zapatillas con las que corro actualmente tienen 23 “años”, tras acabar la II edición de la Media Maratón McDonald’s Ciudad de Antequera este pasado domingo 10, los mismos años que cumpliré yo el mes que viene, y a pesar de que se está empezando a deshilachar la puntera de la zapatilla derecha, formándose un agujero, espero que me dure aún varios meses más, como poco.

Voy a comentaros mi curiosa experiencia con las zapatillas como corredor amateur, por lo que podéis estar seguros completamente de que no os voy a influenciar para que compréis una u otra marca, ni muchísimo menos, quiero más bien aconsejaros sobre la “vida útil” de las zapatillas desde mi propia experiencia, con el objetivo, repito, de haceros reflexionar, no de modificar vuestra conducta en base a mi propia experiencia (cada corredor tiene sus propias experiencias, y creo que son la fuente de conocimiento más útil y pragmático que pueden obtener).

Entre los corredores existe, según he oído decenas de veces, el mito (desde mi punto de vista) de que las zapatillas se convierten en lesivas una vez que han acumulado un cierto número de kilómetros, y han de ser reemplazadas cuanto antes mejor, ya que si no estaremos acercándonos irrevocablemente a  una lesión.

Este tema es cada vez más recurrente en conversaciones entre atletas, en foros e incluso en páginas serias sobre atletismo, que publican estudios a favor de reemplazar las zapatillas pero nunca en contra (pese a que no dan datos de métodos, condiciones de estudio, localización, información de las muestras y demás, por lo que los estudios tienen poco de “científicos”) y me gustaría desmontar esta idea desde mi punto de vista, ya que creo que en las zapatillas influyen muchas cosas pero por lo general las abandonamos cuando aún tienen muchísimo que ofrecernos.

Aquí van algunos ejemplos:







Esta “vida útil” es para algunos de 400 kilómetros, para otros de 800 kilómetros, y algún osado corredor ha llegado a decir en mi presencia que si el calzado es resistente y de una marca de garantía (póngase aquí el nombre de la marca más prestigiosa desde su punto de vista, yo no me pronuncio), puede llegar a “aguantar” hasta 1000 kilómetros, pero eso sí, siempre que se intercale con otro par de zapatillas a la hora de entrenar (esa es otra, la mayoría de la gente suele tener un par de zapatillas para entrenar y otro para competir, mínimo, mayoría entre la que yo he estado incluido durante mucho tiempo).

Yo empecé a correr allá por el verano del 2007, a mediados de Agosto con las zapatillas deportivas John Smith que usaba para hacer educación física en el instituto, que tenían ya un par de años y estaban bastante machacadas, pero me permitían correr sin problema.

Ese mismo año, tras mi primera competición (VIII Carrera popular “Feria del Rosario”, 28 de Octubre del 2007, primer clasificado juvenil), mi padre me compró unas Asics, mis primeras zapatillas de atletismo de verdad, par con el que sólo entrenaba los domingos y que me dijo que reservase para las carreras, ya que así, según me dijo, las zapatillas durarían más y los pies sufrirían menos, información que no sé hasta qué punto era verídica, pero yo la seguí fielmente.


El paso de correr con las John Smith, ya muy desgastadas y con las plantillas y suelas hechas polvo a correr con las Asics, con suela con gel y una amortiguación excelente fue abismal, como de pasar de correr con zapatillas de madera a correr con zapatillas de tela, para que os hagáis una idea, en lugar de luchar por levantar los pies del suelo en cada zancada botaba casi sin esfuerzo… la primera semana, después me acostumbré a la sensación y no me parecía nada del otro mundo, a fin de cuentas eran unas zapatillas, y hablando en cuestión de tiempos estaba haciendo los mismos tiempos prácticamente, si influyó fue a nivel psicológico, no de rendimiento como tal.

A principios del 2008, en Febrero, tras la 1ª prueba del XXI Circuito de Carreras Populares “Fuengirola Un Sol de Ciudad” (tercer clasificado juvenil), mi padre me dijo que las primeras John Smith  ya no estaban ya para correr, y que las dejase directamente en el contenedor, que la suela estaba muy desgastada (es verdad que habían perdido totalmente el contorno de la suela y que se habían desgastado las gomas, pero aún no se veía la suela como tal, yo hubiese seguido corriendo con ellas), y me compró otras Asics, con lo que me pasó algo muy curioso, y es que de la transición de las primeras Asics a las segundas, que eran algo baratas y, se supone, “peores”, volví a sentir esa sensación de flotar y de tener impulso adicional al correr las primeras veces, al igual que me pasó al cambiar las John Smith por las primera Asics.


No critico a mi padre por esta decisión de comprarme unas zapatillas nuevas teniendo otras, que es algo que con el tiempo veo que igual no era necesario, al contrario, siempre le agradeceré que me iniciase en el mundo del atletismo, que me enseñase tantísimo como me ha enseñado y me inculcase unos valores de disciplina y esfuerzo tan profundos, sé que todas las decisiones que tomó siempre con respecto a calzado, tipos de entrenamiento, tipos de estiramientos, tipo de calentamiento y demás han sido siempre porque creía que eran lo mejor, pero con el tiempo he ido aprendiendo por mí mismo y le he ido rebatiendo algunas cosas en las que me ha dado la razón, y otras en las que tenemos posturas diferentes pero respetamos la opinión el otro.

Durante todo el 2008 fui intercalando ambas Asics para competir y hacer “tiradas largas” (en esa época una tirada larga para mí era superar los 10 kilómetros).

En el 2009, sin embargo, afronté mi primera media maratón, participando en la XIX Media Maratón de Málaga 2009 (hice 1:33:46, y llegué el 576 de la general), y mi padre decidió que ya era hora de comprarme unas zapatillas de competir nuevas.

Aprovechamos una promoción de Adidas y nos compramos cada uno unas Adidas Supernova, con las que nos hacían descuento en la inscripción de la prueba o nos salía gratis, no recuerdo bien cómo funcionaba la cosa.

Aún conservo esas zapatillas (de hecho he corrido todas mis medias maratones con ellas y son las que utilizo actualmente tanto para entrenar como para competir, les he cambiado los cordones 3 veces pero las zapatillas siguen en bastante buen estado teniendo en cuenta el tute que llevan encima), y nuevamente noté un cambio estratosférico al pasar de las Asics, ya algo machacadas, a las Adidas, con una gran amortiguación y mucho más cómodas.

A los pocos meses las primeras Asics que tuve estaban tan gastadas que ya se veía la suela, y la goma prácticamente había desaparecido, hasta el punto de que se me hizo un agujero en la parte izquierda del talón de la zapatilla izquierda (que siempre se me desgasta más que el resto de la suela, inexplicablemente), y durante un entrenamiento el roce me provocó un agujero en el calcetín, por lo que al acabar el mismo entrenamiento acabaron al lado del contenedor, por si alguien las necesitaba.

Hasta principios de año del 2010 estuve usando las segundas Asics para competir como zapatillas de entrenamiento, y en las competiciones y los domingos, las Adidas.

Llegando el verano de 2011, y con él las ofertas de fin de temporada a Oteros Sport, mi padre decidió que ya era hora de renovar el calzado deportivo, y pillamos de oferta unas Karhu por cerca de un tercio del precio de las anteriores zapatillas, a 20 euros el par, y me compró 2 pares, unas verdes y otras negras.

Tuve una suerte increíble (mala suerte), ya que en la misma semana en la que me compró las Karhu se me abrieron las Asics por la puntera derecha, y fueron a parar al contenedor.

Empecé a correr usando solo las Karhu negras (estaba yendo 4 veces por semana a entrenar en esa época), menos los domingos, que usaba las Adidas, y tras una semana usando solo las karhu negras, probé las verdes, y me paso algo muy curioso, siendo las mismas zapatillas, el mismo modelo y el mismo número, me pareció que las verdes amortiguaban mucho mejor y corría mucho más cómodo con ellas. Yo lo achaco a que ya me había acostumbrado a las negras, pero que cada cual saque sus propias conclusiones.

Empecé a entrenar usando 2 veces por semana las negras, 1 vez las verdes y 1 vez las Adidas, pero tuve la mala suerte de que primero se me salieron las plantillas de las Karhu negras y ese mismo invierno se me abrió por la parte izquierda del mediopié la zapatilla derecha.

Pero las verdes si me aguantaron más, hasta junio del 2012, poco antes de mi graduación como diplomado en educación física, momento en el que se me abrió la puntera de la zapatilla derecha (es curioso que se me desgasta siempre más la parte izquierda de la zapatilla izquierda pero por donde se me acaban rompiendo las zapatillas es por la puntera la mayoría de las veces, la derecha para más seña).

A partir de ese momento he estado entrenando y compitiendo solo con mis viejas Adidas, sin problema alguno, no me compré más zapatillas porque entre que me iba de Erasmus en 2013 y con las expectativas del invierno de los Países Bajos no iba a correr mucho y que a pesar de tener sus años las zapatillas estaban casi nuevas, decidí comprarme unas a la vuelta de la Erasmus, o en Holanda, si los precios eran asequibles (cosa que no fue así).

Durante mi estancia en Nijmegen no corrí apenas nada, sólo una vez en todo el invierno, 14 kilómetros y con 3 capas de ropa, pero al llegar la primavera si salí algo más a trotar, varias veces con un amigo triatleta y otro ciclista (Pablo Vázquez-Reina, de Marbella y José Manuel Martínez, de Sevilla) y otras solo, y un día hasta hice una tirada de 28,5 kilómetros (Nijmegen-Arnhem) con dos amigos finlandeses, Mikael Huhtakangas y Olli Etelämaa, que nos tiramos preparando varias semanas (fuimos corriendo y volvimos en el tren).



A la hora de volver la maleta me iba a reventar (22 kilos en la grande, de 20 permitidos y 17 en la de mano, 10 permitidos), tras mandarme un paquete de 10 kilos a casa y con solo lo imprescindible, así que decidí dejarle las Adidas a una amiga Austríaca, Julia Peyreder (¡un saludo!) y ella se encargó de mandármelas a casa, aunque se lo agradecí en su momento se lo vuelvo a agradecer aquí, ya que si no probablemente me hubiese comprado otras zapatillas, y hasta ahora no me han hecho falta.

Llegué el 27 de Junio, y el sábado 29 ya hice un entrenamiento de 8,5 kilómetros, en 39 minutos, nada mal después del parón invernal y a haber estado sin las últimas semanas por los exámenes en la HAN y los preparativos para mi retorno, ¡y más si tenemos en cuenta que corrí con unas Kipsta multitacos de 14.95 que compré en el 2011 al empezar a trabajar como monitor de actividades deportivas en el IES Sierra de Mijas!




Las zapatillas no podrían haber estado más contraindicadas para correr, eran súper pesadas, la suela estaba muy deteriorada y tenían un agujero pequeño en la parte superior de la puntera de la zapatilla derecha (a día de hoy aún las conservo, aunque por suerte ya no corro con ellas), pero aun así mis ganas de volver a las andadas me pudieron y estuve corriendo con ellas hasta finales de Julio, cuando volvieron mis fieles Adidas.

Desde que llegaron, el 22 de Julio, hasta hoy, 11 de Noviembre, he recorrido con ellas aproximadamente 1.256,7 kilómetros, corriendo entre 4 y 5 veces por semana y aumentando progresivamente las tiradas de alrededor de 40 a alrededor de 110 kilómetros semanales, en alrededor de 4 meses; llevo corriendo con ellas (aunque al principio sólo de forma esporádica, una vez por semana y en competiciones) desde antes del 29 de marzo del 2009, fecha en la que debuté con ese mismo par en la media maratón, ya que antes había entrenado varias veces para acostumbrarme a ellas.

No puedo, por lo tanto, estimar cuantos kilómetros tendrán en su suela (o lo que queda de ella) las zapatillas, pero quitando un agujero que se está formando en la puntera de la parte derecha están muy bien, por lo que espero que me aguanten varios meses antes de verme forzado a renovarlas.

Haciendo caso a los consejos de las marcas deportivas, desde finales de Julio hasta principios de Noviembre habría tenido que comprarme ya otras zapatillas, que actualmente tienen un coste de alrededor de 45 euros siendo de gama media (las más asequibles), y sin embargo, considero que aún le queda a mi par de Adidas del 2009 al menos otros 3 o 4 meses de vida útil.





Con esta entrada solo pretendo haceros reflexionar sobre si realmente aprovechamos al máximo las zapatillas, o en cuanto las vemos un poco sucias y gastadillas decidimos tirar de cartera y renovarlas, no quiero decir que corráis hasta haceros un agujero en el calcetín como me pasó a mí, pero tampoco que os creáis que por correr con unas zapatillas tras “x” kilómetros vais a lesionaros con un 100% de probabilidades o vuestro rendimiento se va a ver perjudicado negativamente (lo que en mi caso, por cierto, sería a la inversa, ya que esta temporada está siendo la mejor de mi vida deportiva, pero lo atribuyo al entrenamiento, no al calzado).

También quiero recordaros que los que corremos somos nosotros, con nuestras piernas, nuestros pies y nuestra fuerza de voluntad, correr con unas zapatillas de 300 euros no va a hacer que corramos más que alguien que lleva unas de 30, yo nunca he calzado zapatillas que costasen más de 60 euros y creo que el rendimiento que obtengo últimamente está bastante por encima de la media, siendo objetivo (entrada a meta entre los 100 primeros clasificados de la general en las últimas 4 medias maratones realizadas, con una participación de 600, 900, 1300 y 2000 atletas aproximadamente respectivamente, y obteniendo las posiciones 45º, 28º, 97º y 88º de la clasificación absoluta respectivamente).

A modo de resumen, me gustaría que cuando vayáis a comprar unas zapatillas para correr, sean de la marca que sea, penséis dos veces si realmente habéis aprovechado al máximo las posibilidades que vuestro calzado actual os ofrece, por un lado, por otro, si realmente queréis comprar las zapatillas, y no estáis siendo influidos por compañeros, un anuncio de la televisión o una oferta del local de turno, y finalmente, si realmente cuestan lo que valen.

Espero que estas líneas os hayan sido interesantes, que hayáis reflexionado, y que hayáis obtenido algo en positivo de la lectura.

Un cordial saludo a todos, nos vemos este domingo en la I Transplant Run Ciudad de Málaga, animaos, que son 5 kilómetros solamente y es benéfica, os dejo más información en el siguiente enlace: http://transplantrun.com/

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