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Entrenamiento alrededor de Zugersee (39,1km)





Desde que el martes 24 de diciembre hiciese una tiradita de 23,2 kilómetros (en 1:52:11, no estuvo mal) no había corrido en todas las fiestas hasta el día después de fin de año, debido a que estuve viajando con un interrail.


Pero el primer día del año había decidido que quería volver a correr, y ya que había un lago cerca de la casa de los amigos que me hospedaban, el Zugersee, decidí darle la vuelta en la mañana del 2 de Enero.

De acuerdo con lo que había leído en Internet, el lago tenía un diámetro de 38,3 kilómetros, pero según la experiencia de un amigo que lo había recorrido una vez en bicicleta, la circundación del mismo tenía varias decenas de metros más.


El hecho de que la distancia fuese muy cercana a la de una maratón no me echó atrás, de echo, ni si quiera pensé en ello, mi cuerpo me pedía correr, tenía mallas y tenis en la maleta, una mañana entera para dedicar a lo que quisiese y el circuito perfecto, la orilla de un lago Suizo y las impresionantes vistas a los Alpes.

Sin embargo no todas las condiciones acompañaban, ya que la previsión meteorológica daba una máxima de 4 grados sobre el medio día y temperaturas cercanas a los 0 grados con probabilidad de nevadas, pero tras pasar un invierno en Nijmegen ya estoy preparado para correr en condiciones de esa magnitud sin grandes dificultades.

Me levanté a las 8:20 am, con el cielo de un gris amenazador, y tras beber cerca de tres cuartos de litro de agua y comerme dos plátanos, comencé a vestirme por capas.

Tras ponerme las mallas térmicas de arriba y abajo, una camiseta térmica de manga larga, dos bragas y el gorro, caí en la cuenta de que me faltaba lo más importante (o al menos, muy necesario), los guantes.

Sólo llevaba un par, y en caso de correr con ellos no iba a poder usarlos durante el resto del viaje, así que hice de tripas corazón y salí al exterior sin ellos, mientras me apresuraba por comenzar la aventura.

Mi idea fue salir a disfrutar, como hice en la II Carrera Pedestre Pujerra del pasado mes de diciembre, sin preocupaciones de ritmos, tiempos ni nada por el estilo.

Salí a las 9:00 a Hünenberg strasse, y recorrí a paso ligero toda la bajada hasta Villete-park, punto que tomaría como referencia para dar la vuelta completa al lago.

En esos primeros metros noté aliviado que no soplaba viento, y que metiendo las manos hechas un puño en las mangas de la camisa los dedos aguantaban bastante bien el frío.

La mañana estaba gris pero espectacular, y decidí echarme una foto en ese punto, y cada 30 minutos desde ese momento, para ir cubriendo el lago desde diferentes perspectivas.

Paré, saqué la primera foto, y ya entrando en calor empecé a correr.



Justo cuando me echaba esa foto en el Villete-park un corredor con chubasquero amarillo acababa de girar en el árbol de la izquierda, a buen ritmo, y decidí seguirlo, aunque ya me sacaba mucha ventaja debido a que había parado para tomar la instantánea.

El suelo estaba escarchado y crujía bajo mis pies cuando pisaba la gravilla, lo que hacía que cambiar de dirección para coger las curvas fuese un poco arriesgado, debido a que podía resbalar con facilidad, así que bajé un poco el ritmo, nada rápido, mientras cruzaba el puente de madera que me guiaba hacia la salida del Villete-park.

Y menos mal que iba más despacio, ya que los tablones de madera estaban cubiertos por una capa de hielo, y de no haber ido pegado al pasamanos me hubiese ido al suelo.

Al otro lado del puentecito había varias placas de hielo en los lugares donde se habían formado charcos la tarde anterior, y al bajar las temperaturas se habían heleado, así que, muy a mi pesar, tuve que dejar de mirar hacia el lago para dirigir mis ojos hacia el traicionero suelo de ese tramo.

Mi idea inicial era seguir la orilla del lago de lado a lado, pero cuando llevaba poco más de un kilómetro me di cuenta de que no iba a ser posible, debido a la mano del hombre, que había emplazado un palacete en esa parte del río, por poner el ejemplo que vi más cercano.

Así que decidí que lo recorrería sin perder de vista la orilla del lago, además de para disfrutar de las vistas, para poder tener una referencia a la hora de orientarme, y dejé en al bifurcación el camino que seguía al palacete y cogí el que guiaba hacia las vias del tren de la parada de Alpenblick.

En ese tramo empecé a acostumbrarme a correr sobre la traicionera gravilla y subí un poco el ritmo, y vi a lo lejos al corredor del chubasquero amarillo, con la capucha puesta, ya que empezaba a caer un poco de aguanieve de forma ligera, y me dispuse a alcanzarlo.

Me seguía sacando cerca de 150 metros de ventaja, pero paso a paso me encontraba más cerca.

El camino comenzó a serpentear, alejándose un poco más del lago, y por un momento pensé en acercarme al mismo campo a través, pero la hierba llegaba a la altura de la rodilla fuera del sendero, y el suelo bajo esta estaba embarrado y cubierto de hielo, así que pensé que aunque ello supusiese alejarme un poco del lago, seguir el sendero era la opción más segura.

Tampoco tardé mucho en encontrar una bifuración que me acercaba al lago de nuevo, casi hasta la misma orilla, y crucé una arboleda donde un cartel me daba la bienvenida a Choller.

Dentro de la arboleda había algunos charcos semihelados y el suelo estaba blando al pisar, mis tenis se hundían un poco al pisar, pero al menos no resbalaba, así que acrecenté mi paso buscando al corredor del chubasquero amarillo, alque había perdido de vista cuando penetró en la arboleda.

Sin embargo no lo volví a ver, posiblemente tomaría una bifurcación diferente entre los árboles.

Seguí corriendo, más tranquilo ya que ahora no tenía a quien alcanzar, y llegué al pequeño puerto de Schutzengel.

Al pasarlo el camino de gravilla acababa y comenzaba la acera, y aunque al principio pensé que iba a ser un alivio e iba a poder realizar los cambios de dirección más tranquilo, no fue así, ya que costaba diferencias los charcos de agua de las placas de hielo, así que aunque fuese haciendo zigzag, decidí ir corriendo por las partes que no estuviesen mojadas.

Llegando a Zug el aguanieve se convirtió en llovizna, aunque muy suave, y la temperatura debió subir un grado o dos, ya que poco a poco dejé de encontrarme hielo en el suelo.

Llegué a Zug y noté una punzada de nostalgia, ya que hacía una semana estaba paseando por esas mismas calles por las que ahora corría, con muchísimos días por delante para disfrutar del viaje, que ya estaba tocando a su fin.

Pocos metros pasado el embarcadero de Zug miré el cronómetro, y me sorprendió que ya llevaba 30 minutos corriendo (Zug está a unos 5,5 kilómetros de Cham, así que contando con la bajada inicial a Villete-park llevaría unos 6 kilómetros, por lo que deduje que mi ritmo era de 5 minutos por kilómetro, bastante mejor de lo que creía en ese momento).

Paré un par de minutos a echar las fotos de rigor y continué la marcha, por el casco antiguo de la ciudad, ya que se acababa el camino en un restaurante.



Pasada la iglesia me topé de bruces con una fuente, y aunque no tenía sed me paré a beber, ya que no llevaba agua y no sabía cuando tendría otra oportunidad para hidratarme.

El agua estaba tan fría que me dolían los dientes al beber, y al apoyar la mano en el caño de la fuente perdí la sensibilidad de los dedos, pero me supo a gloria.

Al salir de Zug tomé el carril bici, ya que esta parte del lago estaba más urbanizada, y el carril bici era el camino que me permitía avanzar más cerca del lago.

En un momento dado me noté una molestia repentina en la rodilla izquierda, que me sobresaltó debido a que estaba yendo muy tranquilo y físicamente me encontraba fenomenal, así que decidí parar, andar una decena de metros y probar a correr de nuevo.

Seguía notando la molestia, aunque más leve, pero al parar de nuevo y flexionar y extender la rodilla un par de veces, ésta chasqueó y la molestia desapareció por completo, así que reanudé la marcha, aunque con un ritmo más tranquilo, ya que aun quedaba lago para rato y no quería que ningún problema me impidiese acabar el desafío que estaba afrontando.

Al llegar a Oberwill desapareció el carril bici, convertido en acera, y mientras la lluvia amainaba yo seguía avanzando por las aceras por las que poco antes debía haber caido una buena tromba de agua, ya que había charcos por todos lados, algunos bastante profundos.

En esa zona más o menos el crono marcó la hora, y me paré de nuevo a tomar un par de instantáneas de las preciosas vistas del lugar.



Continué en dirección a Walchwil, y para mi sorpresa, la acera acabó antes de llegar a la ciudad, y tuve que continuar por el asfalto, pegado al arcén que separaba el lago de la calzada.

El tráfico era muy escaso, y los pocos coches que pasaron ocuparon totalmente el carril contrario, igualito que en España, donde correr por la carretera suele ser sinónimo de aguantar pitidos y conductores pasando pegados a ti (de hecho uan vez incluso uno me dio con el retrovisor en el codo izquierdo, en una ocasión en la que iba corriendo por el paseo marítimo de Fuengirola, volviendo del faro de Calaburras).

Llegó a Walchwil recordando una foto que había visto en el Facebook de un amigo meses atrás, y me convenció del todo para ir a Suiza, al ser una estampa de película.


El sitio no era el mismo, pero la imagen era muy similar, montañas alrededor mirases donde mirases, una ladera verde kilométrica a la izquierda con pequeñas casitas de donde salía un tenue humo blanco por la chimenea, algunas ovejas y cabras sueltas pastando tranquilamente en la hierba, y a mi derecha el Zugersee, desde donde iba prestando atención al recorrido que había cubierto ya y al que me quedaba por delante, ya que en ese momento pese a que el día estaba muy oscuro no había niebla, y se podía ver la otra orilla sin problema.

Por esa parte del recorrido se me empezó a estropear el auricular derecho, ya que no llevaba la funda para el movil y lo había metido en un bolsillo interior de la camiseta técnica, y con el balanceo rozaba el cabezal de los auriculares con mi cadera y producía contacto.

Llevaba ya 1:30:00 corriendo, aunque hablando en kilómetros calculaba que aún no habría llegado a la media maratón.



La lluvia empezó a caer a cántaros sobre la carretera que llevaba a Arth, y llegando al pueblo empezó a soplar un gélido viento de cara, que hacía que perdiese la sensibilidad de las manos hasta la muñeca y me cortaba la cara.

Sin embargo estas circunstancias adversas no enfriaron mi ánimo, y continué, ahora a buen ritmo buscando resguardo de la lluevia, que al pasar Zugerstrasse caía tan fuerte que la notaba a través de las dos camisetas térmicas que llevaba y a través del gorro.

Arth me pareció un pueblo muy pintoresco, con varias edificaciones de aspecto medieval y un pequeño muelle de madera, pero no tenía lo que en ese momento buscaba, cobijo de la lluvia, ya que todas las casitas eran bajas y no tenían balcones bajo los que protegerme del temporal.

Seguí corriendo a buen ritmo, notando como me enfriaba a pesar de que estaba yendo más rápido, ya que la temperatura estaba descendiendo rápidamente.

Llovía tanto que durante alguno minutos me costaba distinguir la otra orilla del lago, y no tenía forma de avanzar salvo sobre los charcos que cubrían la acera de lado a lado.

Y yo me quejaba del hielo hacía cerca de dos horas… Los calcetines mojados son peores, sobre todo porque al calar el agua en los tenis los pasos comenzaron a requerir muchísimos más esfuerzo, y aunque estaba esforzandome más, la velocidad era la misma o menor a la que llevaba hacían pocos kilómetros.


Cruzando Luzernstrasse hice una parada para ir al baño bajo un puente que se elevaba varios metros sobre mí, de forma que la lluvia entraba de forma oblicua, pero como estaba a salvo de lo peor del temporal decidí esperar un par de minutos a que pasase lo peor.

Como veía que la cosa no mejoraba mucho, aunque ya llovía significativamente menos, retomé la marcha, y al llegar a 2:00:00 hice otra pausa para echar la foto, que esta vez me llevó más tiempo de lo normal ya que tenía los dedos tan fríos que el móvil no me los detectaba, y no era capaz de echar la foto.



Esta parte del lago estaba más deshabitada y se me hizo algo más pesada, ya que la carretera y su acera (en esta parte volvía a haber) se extendía serpenteando pegada a la orilla del lago, y a la izquierda sólo había montaña y alguna casita desparramada sobre las colinas.

La lluvia fue remitiendo pero seguía reticente a cesar del todo, y llegando a Immensee el crono alcanzo las 2:30:00.



Estaba gratamente sorprendido por la capacidad para repeler el agua de mis mallas, que al contrario que mis zapatillas estaban repeliendo la lluvia estoicamente, pero ya aun así estaba empezando a calar la parte de arriba de la malla, en el momento justo en el que la lluvia se convirtió en una fina llovizna que caía al soplar el viento.

En Immensee me asaltó la duda de qué camino seguir, ya que a la izquierda un sendero guiaba hacia una bajada en la que había un cartel de prohibido el paso, y a la derecha el camino ascendía en forma de cuesta muy abrupta.

Como el lago quedaba a mi derecha decidí coger ese camino, completamente empapado y cubierto de hojas caducas, que se quedaban hundidas en la tierra al pisar sobre ellas.

Un arroyuelo creado por la reciente tormenta bajaba a ambos lados de la cuesta, y decidí subir andando por el centro de la misma, ya que además de que la pendiente era enorme, se me hundian los tenis más de lo que hubiese querido, y al subir andando a pasos largos evitaba que se hundiesen tanto.

El sendero subía haciendo una espiral y los árboles empezaban a aparecer formando un denso bosque ante mí y ocultando un lago de mi vista, así que decidí que lo mejor era probar el otro camino, ya que lo más probable es que ese sendero guiase a la cima de una colina, y no a Cham, que por el tiempo que llevaba corriendo calculaba que debía estar a una hora o menos.

Volví sobre mis pasos pisando sobre mis huellas, que aún así se hundían un poco más, y cogí el camino de la izquierda, que descendía y se separaba bastante del arroyo.

Me di cuenta de que el cartel era de prohibido el paso para vehiculos, ya que a partir de ese momento empecé a ver carteles de información para senderistas.

Se ve que esa zona es destino habitual de los amantes de la naturaleza, y no me extraña, el camino descendía entre raíces y rocas, un arroyo bastante caudaloso tenía pequeños saltitos de agua a mi derecha y los árboles me reodeaban por doquier.

Cuando salgo de la arboleda me doy cuenta de que sigue diluviando una vez más, y empiezo a notar molestias en la rodilla derecha, que esta vez no desaparecen, como hicieron un par de horas antes las de la izquierda, y de repenté sentí que las dudas comenzaban a quebrar mi voluntad, y me plantée llamar a alguna de las granjas que se extendían más adelante sobre la hierba para pedir un taxi en caso de que la lluvia no parase.

A unas malas si no podía seguir corriendo siempre podía llegar andando, pero no con ese temporal azotando el camino.

Seguí corriendo, a menor velocidad, y de repente me fijé en que uno de los carteles para senderistas señalaba Rotkreuz a 2 horas caminando, y recordaba que esa era una parada de tren que conectaba Luzern y Cham.

Ahí decidí que si al llegar a Rotkreuz seguía lloviendo cogería el tren a Cham, llevaba 20 francos en el interior del móvil, que no sabía si serían suficientes, pero como estaba en ese momento ni me paré a pensarlo.

El camino se dividía entre izquierda, que ascendía por la colina entre las granjas y derecha, que guiaba hacia una carretera en dirección al lago.

Como el sendero que iba a Rotkreuz marcaba hacia la izquierda, reprimí mi impulso natural de seguir en dirección al lago y me dirigí al estrecho sendero que avanzaba cuesta arriba guiándome hasta lo alto de una colina.

Las vistas eran espectaculares, había granjas a ambos lados del camino, y varias ovejas pastaban tranquilas bajo la lluvia, que empezaba a remitir. A lo lejos quedaba el lago, del que estaba más lejos que en ningún momento desde que había empezado a correr.

Al llegar a lo más alto de la colina me di cuenta de que podía haberme ahorrado bastante tiempo de haber seguido hacia la carretera, ya que el sendero hacía un giro enorme en dirección a la misma, y tenía que retroceder varios de los metros que había avanzado hasta que otro giro me devolvía a la misma.

El suelo estaba muy embarrado, pero como había varias piedras fui corriendo sobre las más gruesas para evitar mojar aún más mis ya empapadas zapatillas.

No sabía cuantos kilómetros llevaba en las piernas, pero empezaba a notar el muro.

Hasta ese momento no había sido consciente de cuantísimo tiempo llevaba corriendo, pero al mirar el reloj y ver que marcaba prácticamente 2:30:00 me extrañó encontrarme tan bien para la paliza que llevaba en el cuerpo, y sin haber bebido tras la fuente de Zug ni comido desde los dos plátanos del desayuno. Y de tomar geles ni hablar ya.

Comparando las sensaciones de ese momento con las del Maratón de Málaga, me sentía como en el kilómetro 26, empezaba a darme cuenta de la fatiga que tenían mis músculos, y aunque bajase el ritmo ésta ya no disminuía.

El reloj, implacable en su avance, marcó 2:30:00.



A partir de ese momento me concentré tantísimo en mantener el ritmo y en intentar hacer caso omiso a las quejas de mis músculos que se me olvidó sacar más fotos.

Ni si quiera me había dado cuenta de que había dejado de llover, y al pasar pegado a una señal de tráfico se me enganchó el cable de los cascos, no me di cuenta y pegaron un tirón al pasar que lo arrancó del móvil y lo cogí al vuelo a punto de caerse.

Me paré a ponerlo en su sitio y comprobar si seguían funcionando; El casco izquierdo seguía sonando, aunque más levemente, y el derecho se había estropeado del todo. 

Además se había quedado colgando de un hilito de la parte central, por lo que tenía las horas contadas, pero tenía asuntos más importantes que atender, como completar la vuelta al lago, así que en cuanto que comprobé que se quedaba fijo y no me molestaba al correr, reanudé la marcha.

Cuando estaba llegando a la bifurcación de Rotkreuz sentí el peso del muro en todo su esplendor, la suave pendiente parecía una pared imposible de ascender, cada paso era más pesado que el anterior, y me dolía la garganta al respirar agitadamente durante tanto tiempo.

Durante el rato que estuvo lloviendo fuerte perdí la orientación con respecto a cuanto me quedaba para llegar a Zug, al no poder ver el otro lado del lago, y ahora que estaba bastante separado del mismo seguía sin poder calcular cuánto quedaría.

Justo cuando empezaba a preguntarme cuantos kilómetros me separarían aun de mi destino llegué a la bifurcación de Rotkreuz, y en la misma, vi un cartel que decía Zug, Cham, 1:10:00, y señalaba un sendero en suave pendiente a la derecha.

Con la motivación por las nubes puse rumbo a él, mientras mis piernas comenzaban a resentirse.

De hecho, decidí subir caminando las pendientes ascendentes que encontraba, ya que no tenía fuerzas para subirlas corriendo.

Alterno caminar a pasos rápidos en las subidas, trotar en las bajadas y correr en los tramos en los que se llaneaba, y me encontré con otro cartel, que indicaba que Cham se encontraba a 33:05, y no puedo reprimir la motivación y aumento el ritmo.

Tras varios minutos debo retomar los pasos largos para recuperar un poco, pese a que el terreno está llano, ya que me encuentro desfondado, e intercalo éstos con trote cuando me siento con más fuerzas.

Empiezo a identificar Cham a lo lejos, y veo la inconfundible torre de la Iglesia, y comienzo a correr a buen ritmo mientras el suelo comienza a estar cubierto por la misma gravilla que hay en Villete-park, y sé con total certeza que mi aventura está a escasos minutos de terminar.

Llego a la estación de Cham, giro a la derecha y bajo al lago, donde freno con cuidado, ya que la gravilla es muy traicionera, y me echo la foto finish.



Me invadía una sensación de satisfacción enorme, aunque totalmente diferente de la que sentí al acabar la Maratón de Málaga.

En esos momentos no sabía qué distancia había corrido, sólo que había tardado 3:42:22 en recorrerla, pero independientemente de la misma sabía que había hecho algo grande, había alcanzado un hito que, al igual que mi primer maratón, sentía que me iba a marcar.

Sin dejar de sonreír seguí trotando hasta Hünenberg Strasse, y cuando llegué a la esquina de la panadería continué andando hasta casa de mis amigos.

Al llegar pude subir las escaleras sin problema, a diferencia de cuando acabé la maratón, y tenía muy buenas sensaciones, me encontraba agotado pero fenomenal.

Estuve haciendo el plano aproximado de la ruta que seguí en Google, y me salían 39,1 kilómetros, por el tiempo pensaba que igual había llegado a cubrir los 42,195 kilómetros de la maratón, pero me quedé 3 kilómetros por detrás.

La ruta no es perfecta ya que los senderos por ejemplo no aparecen en Google, y aunque trazase la ruta se ajustaba de forma predeterminada a la carretera más cercana, pero es una guía estimada del circuito, con los puntos aproximados donde eché las fotos marcados en el mapa:


Había mantenido un ritmo medio de 5:41 minutos por kilómetro, que teniendo en cuenta las paradas para echar fotos y para esperar a que escampase había sido algo más rápido, posiblemente cercano a los 5:34 minutos por kilómetro que había empleado cuando corrí los 30 kilómetros de la II Carrera Pedestre Pujerra, solo que esta vez durante algo más de 9 kilómetros más, con los tenis y calcetines mojados y las mallas empapadas.

Tras rehidratarme, ducharme y almorzar pasta me quedé como nuevo, y esa misma tarde pasee durante una hora sin ningún tipo de problema, y bajaba y subía escaleras con un poco de dolor en las piernas pero sin necesidad de apoyarme en el pasamanos, no me creía que tras un esfuerzo tan grande no tuviese el cuerpo machacado.

A la mañana siguiente subí a Grindewald a la nieve, y me harté de correr y disfrutar sin acordarme si quiera de la paliza que me había pegado en el lago el día anterior, hasta que al sentarme en el tren de vuelta me di cuenta de que estaba rendido. 





Sin embargo no tenía agujetas demasiado dolorosas ni molestias destacables, algo que cuando acabé la maratón hubiese sido un sueño.

Mi experiencia en el Zugersee ha sido fantástica, se la recomiendo a todo corredor que viaje cerca del cantón de Zug, Luzern o Schwyz, ya que aunque puede parecer muchísima distancia el paisaje ameniza muchísimo la carrera, y merece con creces la pena.

Me despido hasta la semana que viene, que os contaré que tal me va en mi primera media del año, en la I Media Maratón de Alhaurín de la Torre, si aun no estáis inscritos, ¡apuntaos!


Comentarios

  1. ¡Hola Juan Andrés! Acabo de llegar a tu blog redirigida desde los Premios 20Blogs y tengo que decirte varias cosas:
    Lo primero es que leer cómo escribes es una delicia, me encanta, me has tenido con la intriga hasta el último momento!!! Sin palabras!!
    Lo segundo es que admiro profundamente el que seas capaz de correr esas distancias, disfrutando al mismo tiempo de esas vistas, y acabar casi como una rosa!! Voy a leer el resto de las entradas que mencionas en este post simplemente por comparar tus experiencias, porque seguro que cuando empezaste con las maratones te resultaba mucho más duro, supongo... ¡Pero es genial!
    Lo tercero: te agradezco de verdad que me hayas escrito porque lo que he leído ahora mismo en tu blog me ha encantado, así que desde ahora cuentas con una seguidora más, y por supuesto con un voto más en el concurso.
    ¡Te leo! Saludos!!!

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    1. ¡Buenas tardes María!

      Muchísimas gracias, comentarios como este son los que dan alas para sacar tiempo y seguir escribiendo ;)

      Lo de la resistencia es que son muchos años ya, la constancia acaba haciendo efecto, mi primer día corriendo hice unos 4 kilómetros mas o menos y parecía que se iba acabar el mundo, ahora puedo hacer algo más de 120 a la semana, pero casi 7 años después de ese primer día, lo difícil es mantener la disciplina, los kilómetros llegan solos jaja

      Si hubiese descubierto antes el gusanillo por escribir creo que sería muy interesante, tanto para los que como tú me leéis y hacéis que este sitio esté vivo como para mi, para, en retrospectiva, ver la evolución mucho más detalladamente (ya hay carreras envueltas en la bruma del recuerdo que me cuesta recordar).

      Ha sido un placer contactar contigo, me llamó mucho la atención encontrar el blog de una española por los Alpes, la verdad es que es una zona increíble... Hay un ultra trail (el más prestigioso del mundo, el equivalente a correr el Iron Man de Hawaii o a la copa del mundo de fútbol, así equiparando un deporte más cotidiano) que me encantaría correr, el Ultra Trail de Mont Blanc, que atraviesa Francia, Italia y Suiza hasta el corazón de lo Alpes =)

      Será difícil correrlo porque soy un corredor popular, y para poder correr allí hay que clasificarse y pagar un pastón de inscripción, ¡pero si alguna vez lo consigo te aviso!

      Soy muy dado a viajar cuando encuentro ofertas, así que es más posible que vaya "de paisano" antes que vestido de corto, pero nunca se sabe.

      Estoy encantado de tenerte como seguidora, te sigo también y así estoy al tanto de tu blog.

      Mucha suerte en el concurso (para mí ya he ganado mi premio personal, conociendo a personas como tú), a ver si quedamos en buen lugar.

      Un saludo desde Málaga, ¡nos leemos!

      Juan.



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