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Ultra Sierra Nevada 2014, Sábado 14 de Septiembre - Preámbulo


Tras un par de horas conduciendo hasta Jun, donde no viajaba desde la media maratón de Granada 2009, saludar a mis familiares y ordenar mis cosas, tocaba ordenar mis ideas.

Estaba sentado a la sombra en el balcón con vistas a la parra, la ciudad y, a lo lejos, la sierra, mientras Doby, el perro de mi prima Tere, me observaba con curiosidad.



Faltaban más de 24 horas para la salida, que tendría lugar a las 3 de la mañana del próximo sábado, pero sabía que esta iba a ser, casi con total seguridad, la última noche en la que tendría oportunidad de dormir, ya hasta el domingo.

Tras consultar una última vez mi pre-establecido planning y el perfil de la carrera, resolví que a las 4 de la tarde viajaría a Granada capital, donde retiraría el dorsal, si podía aparcar sin problema, a las 5 de la tarde.


Sabía que, hasta las 8 que sería el briefing, tendría mucho tiempo libre que se me haría eterno, al igual que del briefing a la salida, pero ya anhelaba estar sobre el terreno, vestido "de campo" y con el dorsal y el chip colocados.


Había entrenado duro y me sentía preparado, aunque el fantasma de la Andorra Ultra Trail Mític aún me rondaba, y quería echar a correr y dejarlo atrás cuanto antes...


Unos "dudosos" 83 kilómetros (la distancia rondaría entre 80 y 90, de eso estaba seguro, por mucho que los GPS pudiesen fallar, pero en la montaña es mucho más difícil de calcular que en asfalto) y un desnivel de más de 5000 metros positivos me aguardarían, pero como respondería el equipo (mi Quechuaphone murió tras la media de Cártama y los Arpenaz tenían poco uso) y mi cuerpo, estaba aún por determinar.


Escribí al grupo de whatsapp conformado con varios de mis amigos y compañeros que también (algunos, quizá, por influencia mía), la afrontarían, a fin de acotar un ahora a la que quedar en el polideportivo.


Tras merendar un racimo de uvas recién cortadas de la parra y varios higos recién cogidos del árbol (como envidio la gastronomía de los pueblos, y mira que en la costa se come bien), decidí que dejaría de preocuparme sobre la carrera, y me sumergí en el último volumen de la exitosa saga "Game of Thrones" (me gusta leer en versión original), del que no levanté los ojos hasta la cena.


Patatas caseras y huevos frescos de gallina campera conformaron la deliciosa cena, en la que, irremediablemente, la carrera volvió a mi mente, siendo el tema de conversación estrella de la noche.


No quería acostarme temprano, ya que eso supondría levantarme más temprano aún, y quería aprovechar la mañana todo lo posible para dormir.


Mi cabeza era un remolino de horarios, compañeros, material que no podía olvidar, dudas... todo un hervidero de actividad que costaba calmar, lo veía todo un poco difuso y tenía algunas lagunas (donde aparcar, donde cenar, qué hacer durante tantas horas...).


Aunque aún faltaban muchas horas para la salida, mañana sería el día de no retorno.


Consulté el móvil; todo el mundo me preocupaba si estaba nervioso, pero no era en absoluto mi estado de ánimo, estaba impaciente.


Quizás si me encontrase algo más nervioso al despertar, quizás no, pero al menos tendría cosas que hacer.


Charlé un poco con Mayte, mi pareja, respondí algunos tuits y mensajes privados y resumí la lectura por algunas decenas de minutos hasta que, finalmente, sucumbí al sueño.


Pasé la noche soñando con los Pirineos, con los vívidos recuerdos del ultra rondando mi mente, y ascendí al Comapedrosa una decena de veces antes de que llegase la mañana.


Mi cuerpo y mi mente me pedían correr; La suerte estaba echada.



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